Quedan ya dos meses para despedir el año. Yo veré todo con buenos ojos si la salud mental mía y de mi hermano no sufra de aquí a que llegue el año 2025. También pido a Dios por todos mis familiares para que no tengan disgusto alguno. No quiero regalos ni mazapanes ni turrones. El año pasado no probé ni un dulce y este año voy a hacer lo mismo. Miento un poco porque, una vez por estas fechas que volvía de Las Rozas andando, me entró tal debilidad, que compré 6 polvorones en la tienda de las patatas fritas de la Gran Vía y me los comí todos sentado en un banco. Quitando este exceso justificado porque andaba yo mucho esos días, no probé yo ya más dulces en toda la navidad. A ver si se suavizan ignorancias y rencorcillos de la familia y vayamos a bien, es lo único que deseo.
Vi la ciudad, vi los recodos que hacía una iglesia en las calles.
Y volví a creer en ella, en la ciudad, en Dios, en los hombres.
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