Esta era una mujer que salió de casa un día que durmió muy mal, por pesadillas horrendas. Serían las 7 de la madrugada y ya no quiso entrar nunca más en ella. Había soñado, literalmente, que su casa se caía encima de ella mientras veía una serie de éxito en canal plus. Se compró el periódico y comió fuera, en un restaurante ramplón. A la noche, durmió en un hostal, también ramplón. No quería, por ningún motivo, regresar a su casa. Daba vueltas por la ciudad y, de vez en cuando se asomaba a su bloque de viviendas a ver si se caía y, como no se caía, esperaba a que se cayera. El poco dinero que tenía, se lo gastó de modo que al fin, subió a su piso, temerosa. En un periódico había leído sobre una serie de canal plus muy buena. No se quiso sustraer a verla. Se puso a verla y el piso no se cayó. La mujer recobró la confianza en el destino y ya dejó de creer en el piso que se caía encima. Pero una bacteria de esas que hay en los restaurantes ramplones la atacó y tuvo que ir al hospital. Todavía se está recuperando. Vivía sola, vivía sin al cariño de nadie, vivía a la buena de Dios.
Atrapar en palabras todo lo que palpita o vive
es un auténtico error de los poetas.
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