La mañana carga su peso sobre hombros de trabajadores que no se pueden escaquear de la labor. Yo veo barrenderos renqueantes y reservados que no limpian las hojas, que no limpian nada, que hacen como si limpiaran, que hacen como si la mañana les engañara, que hacen batir un poquito el cepillo contra la colilla de tabaco, la lata de refresco, la bolsa de las patatas fritas. Y así se pasa la mañana para ellos como se pasa para el taxista, el notario, el conductor de la furgoneta, la camarera, el oficinista de los bancos, el crupier del casino de Torrelodones, la puta del Flower y más allá, subterráneamente, al conductor del tren de metro.
Hoy no estoy por la labor, necesito ayuda.
Alguien me la dará, uno que ande cerca de mí.
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