Los niños juegan en el patio. Dan muchos gritos. Por eso resultan un tanto odiosos. Pero, al final, son todos majos por la sinceridad con que viven sus vidas infantiles. Si les saludas y hablas con ellos, no ves el doblez que hay en otras personas adultas. Es un tópico decir esto que digo pero será siempre así. Los niños aman la vida porque les trae juegos interminables junto a sus amiguitos. Les trae la vida unas tardes memorables de goles y de muñecas. Les llenan la vida el amor de sus padres que les dan de merendar por turnos, primero la más pequeña y luego el hermanillo más grande. Y luego, a pasear por la calle y sacar una bola de la máquina de las bolas o a bajar por un tobogán hacia el infinito. Unos son del Madrid y otros, del Atleti. Unos son llorones y otros, obedientes. Unos son rebeldes y gritan como Tarzán y otros son más imaginativos y lo miran todo como con gafas de aumento. Pero todos son sinceros. Todos responden con claridad a lo que les preguntan. Qué alejados los niños de la política.
Si haces una promesa a un niño
debes cumplirla. Es al corazón de una criatura de Dios a quien la haces.
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