No les vinieron a ver. Ni de uno en uno ni todos juntos. Pero la alegría era la misma. Se acabaron los días de ir y venir al hospital. Las mañanas ya fueron más normales. El sueño llegó como llega el agua a la boca. Y no vino nadie. Las alforjas que cargaron se descargaron en el pasillo. Dimos muchos paseos por la calle, ya toda tranquila y sin ansias. No fue tan duro mirado de lejos en el tiempo. Pero no vino nadie, ni en grupo ni de uno en uno. Pasaron de ellos, pasaron de la casa, pasaron de mirarles a los ojos cansados. Y tampoco dijeron mucho. El sofá se llenó de ellos otra vez y la cama y la mesa de comer. Otra vez ellos normales y corrientes, al alcance de cualquiera, pero no vinieron. Ni uno ni otro ni nadie. Nadie vino. Frater tuus aegrotus fuit et nihil venit in domum sua. Ut tu cedet, non lacet visitam meam.
Cenizas arrojó la noche completamente oscura
para que los dos supieran de su soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario