La casa está vacía. En ella anidan la telaraña y el ratón. Por pocos que fuimos, ahora somos menos y no cabemos en la casa vacía. Pero la casa se llenará en un futuro no muy lejano, despreocupados ya los niños de las azarosas pugnas de los mayores. Y habrá flores tales como geranios en los balcones y manzanos y perales en el jardín de una piscina alegre, donde cantarinas voces se alzarán en torno al agua. Saldrán a la plaza esos niños ya mayores y jugarán a hablar de los vecinos y a reírse impunemente de los avisos de los adultos ya cansados. Y todo surgirá como del rayo del sol a mediodía, como de la rosa que invade con su perfume el aire vergonzoso, como de la garganta feliz de quien vive ya en paz.
Familiares son ya la villa y sus costumbres
para los niños que cruzaron la montaña.
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