Me duele la vida por un costado y un ojo. El costado por lo que sufro y el ojo por lo que veo. Se ha llegado el fin de mi historia, ahora empieza la historia de otros. Otros, que, como yo, no ven el fondo de su existencia, ven un presente continuo, alegre quizás, sostenido en el tiempo. Parece como si algo me dijera: apártate. Y yo me aparto y un tropel de gentes entra por una puerta infinita. Las canciones dicen sobre el amor y otras cosas que tiene el mundo expuestas para ser amadas. Los caballos de la vida se cansan, olvidan su fuerza, caen derramados, exhaustos sobre la dura tierra. Está todo nublado, oscuro, vedado para el placer de vivir.
El árbol era un avance del viento, una verde sintonía de Dios.
Llovía. El árbol fue mi guarida, mi fe y mi salvación.
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