Me queda una hora para ponerme a cocer una coliflor. He ido a la calle y nada me ha sorprendido. Gentes que cruzan por la avenida, gentes desconocidas. Quizás haya en mí algo de soledad. La vida se oscurece ante ese tropel humano ignoto, fugaz y cansado de los días que pasan. Los gorriones buscan su sustento debajo de los bancos, debajo de las mesas de las terrazas, debajo de algo. Debajo de las cosas estamos también unos cuantos, echando una miradita al futuro que no nos devuelve nada. Estamos inválidos de un alma que no da señales de vida, que se agota en nosotros mismos, que naufraga. En Valencia han muerto muchos. Se echan las culpas, se habla de oportunismo, pero es el agua el protagonista. Recemos por ellos si no sabemos ni podemos hacer nada por ellos.
Oprimo con mi mano una vara de avellano
que me lleve los pasos a un mundo querido, a un mundo preciado.
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