Me he bebido un zumo de frutas con 10 vitaminas. La cocina está impoluta, pero llena de cosas. Cosas de guisar, cosas de comer, galletas, un tarro de chorizo frito, otro tarro de espárragos, vasos, tazas, un cubo para ir echando cubertería y vasos sucios. Una bombilla se ha fundido y solo alumbra una luz en la cocina. A ver si lo arreglamos. Me estoy leyendo la historia de un soldado que en la guerra asciende a teniente y le dan un puesto en el ministerio de asuntos exteriores. La casa está concentrada en sí misma, afuera las nubes son grises y amagan lluvia en todo momento. La voz de una niña me llega de abajo, del segundo piso. La gente está en las casas, en los pisos, porque llueve, porque es fiesta y porque no hay gana de salir a la calle nada más que lo imprescindible. A ver si me echo la siesta después de comer par matar el rato de manera inconsciente, durmiendo plácidamente.
Un ciprés maloliente llama a la lejanía
y esta viene, con torpe memoria, con ganas de alejarse otra vez.
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