Leonard Cohen es un cantante que está a la altura de Bob Dylan. Leonard Cohen decía en una canción suya, que él tenía "a golden voice", una voz dorada. Yo debo tener cierto don de la palabra después de perseguirla casi toda mi vida. En el colegio me llamaban el gramático, pues ya veían mis compañeros de libros, cuadernos y juegos que yo era bueno con la lengua, con las leyes del hablar. A mí siempre me han gustado los libros, las dulces descripciones de los ríos, de las gentes y siempre he estado atento a cualquiera que me contara su vida. También me ha valido ese don de la palabra para ir, como si de un burro se tratara, trajinando por institutos de la Comunidad de Madrid. Mi palabra encantaba, como una alucinación, a los alumnos. Yo los atrapaba con mi palabra. De otro modo, yo no habría durado mucho de profesor. Cuando dejé de ser profesor, me dediqué a escribir, mi verdadera vocación y ahí siguen mis escritos, en punto muerto. No diría yo que mis novelas son buenas ni malas. Lo juzgaría el que las leyera. Pero ese punto aún no se ha dado.
Yo he leído novelas que no había por dónde cogerlas, no se atenían a la razón; sobre todo, de hispanoamericanos.
Las mías las dirige la razón y el buen hilar renglones.
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