Los mares, los lechos, los conventos, el hall de los hoteles, los palcos de los estadios de fútbol, las iglesias, los cohetes espaciales, la esquina de los que piden, mi propia habitación, ese banco donde se sienta el anciano por las mañanas, ese punto kilométrico de la gran carretera que conduce a Málaga, ese dolor en el costado, esos ojos operados de cataratas, ese hombre disfrazado del pato Donald en Sol, ese asiento del vagón del metro tan sobado, ese sentirme triste a veces sin saber por qué, ese sobrino desconocido que vive no sé dónde, ese pupitre de colegio tan lleno de niño, esa playa de arena suave que no llega nunca, ese mirar como un mochuelo a ver qué pasa y no pasa nada, ese oso y ese madroño, ese muro que separa la vida de la vida escolarizada, ese yo que anda envuelto en tanta tontería material y gris.
Buscan su cal y su ladrillo, buscan un sueldo justo
y los políticos los engañan trincando de lo público.
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