La gente ya no está acostumbrada al agua del cielo. Se ponen tristes y molestos por la lluvia y no salen de casa ya en todo el día. Se comen una lata de judías pintas mexicanas y unas rondas de chorizo y se meten otra vez en la cama a pasar el día, malhumorados, incluso tristes y cabreados con la lluvia. Ya no atienden visitas a su tía, a sus amigos que quedan en un bar y prefieren estar en casa para no tener el mínimo contacto con el agua que cae del cielo. Comen sin pan pues ni siquiera tienen ganas de ir a comprarlo. Dicen blasfemias en lo hondo de su habitación contra el agua, contra las nubes oscuras y contra Dios, que las ha hecho. Y así se tiran el día y se asoman al ventanal del comedor y se burlan de la lluvia pues en casa no puede tocarlos y maldicen el agua, el viento que ulula y el triste espectáculo de la tarde lloviendo.
La gente no me gusta, así que como jamón muy caro.
La gente me asusta, así que me quedo en casa muy triste.
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