La vida es ella y nada más. Nos ha tocado un tiempo para vivir. No podemos elegir pero hay que disfrutar de esta vida impuesta como sea, como sea. Las aceras se tienden como conchas de tortugas, como lo más esclavo que hay en la ciudad, todo el mundo pisándolas. Han sido creadas aceras: con sus baldosas que parecen de chocolate, baldosas que se yerguen para que los ancianitos se caigan y el ayuntamiento, por fin, las arregle. Las aceras son amigas de las farolas, que, a eso de las 8 de la tarde, se encienden, iluminan a sus amigas las aceras para que la gente vea su desnudez, su esclavitud, su ninguneo, su sumisión total a los pies de los viandantes.
La luz habita la habitación, el patio, el portal, la calle y las gentes
para que no estén del todo solos, para que una luz los asista a sobrevivir.
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