Lejos de las rocas, lejos de la monotonía, lejos de ti. Así voy yo por la calle, muy perdido, muy aseado pero muy perdido. Ya no sé cuál es este mundo que hay ahora. Me rodean chicos y chicas valientes que tienen hijos y van al bar. Como de lo mío, no tengo que pedir nada a nadie, por suerte. La vida es un desespero de la leche que se derramó. Los años han pasado y pasan. Un bucle infinito va dando vueltas y más vueltas a las horas, a la pena, a la migraña existencial. Los sueños de mediodía atacan a mi ser sin tregua, con la pasión de los animales feroces, con la fuerza de un caballo huido, con el tesón de un día malo que vivimos todos.
La semana emerge y acaba siempre, un sucederse.
Y nosotros en medio, atravesados por el cuchillo del tiempo.
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