Habitantes de la ciudad, pasan todos, pasan inciertos, pasan. No me dicen nada ni literal ni figuradamente. Hay una canción, sin embargo, que dice: yo quiero tener un millón de amigos. Yo tengo a mi hermano y a mi amigo en una sola persona. Los vientos cambian de rumbo, el agua fluye distinta, los seres humanos morimos a cada paso que damos. Es la ley de este mundo: la energía que se transforma a cada segundo. El universo no está quieto, nosotros tampoco. Hay otra canción que dice: a vivir que son tres días, a los cien años tos calvos. A todos se nos verá el cráneo como en esas pinturas que en una esquina, abajo, a la derecha, se ve un calavera. ¿De quién sería esa calavera que pintó el pintor? Somos anónimos en vida y somos anónimos más todavía después de muertos. Es la ley de la vida, dura, pero es ley. Por eso, a vivir que son tres días.
La vida es implacable:
inventa todos los días la luz, el amor, las cosas y el corazón de los hombres.
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