He dibujado con mis manos mojadas en vino, sobre tu cuerpo, un corazón dormido. Las mañanas se aprietan en el aire como círculos de un pobre amor que se desenlaza demasiado pronto. Es así el día que yo te quiero. Llueven unas menudas gotas pero muchísimas y calan, calan la ropa. Dormir es algo ya olvidado, ya pasado por la razón aunque no sepamos mucho en qué consiste el sueño. Hay mucho movimiento de seres móviles en la calle. Los coches también ruedan, las mujeres parecen enfadadas según andan, según miran, según hablan. Los niños, en la escuela, dan gritos cuando el profesor resbala y cae delante de ellos. Se creen que están en una película pero el profesor se ha roto un hueso y gime tristemente hasta que a un niño le da por llamar a otro maestro.
Se me cae el techo encima y el alma a los pies.
No puedo ir por la calle ni estar en mi salón.
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