En El Corte Inglés se está calentito y huele a ropa nueva. Hay muchas texturas de las que solazarse: el pantalón vaquero, la suavidad de los jerséis, la clara ligereza de las camisas... Todo es un paraíso para aquellos que ven muy importante la fachada, la imagen que da nuestro cuerpo a los ojos de los demás. Es muy loable que uno cuide de su presencia exterior. Es bonito pensar que, aunque uno sea de clase media, puede pasar por el mundo como si fuera de una clase más alta gracias al vestuario. Si hay que renovar el vestuario cinco veces al año, mejor. Significa dinero, pero dinero muy bien empleado. El exterior, el cuerpo, la imagen, el yo para los demás. En fin. Cuesta trabajo y dinero pero merece la pena ir como un dandi. Todos te respetan si además pones cara de pocos amigos, de mono cabreado y dices solamente sí o no a lo que te preguntan. Es delicioso contemplar cómo todos parecen tus criados: te invitan, te admiran, etc.
Las apariencias, las malas caras, el mirar sin ver:
qué gimnasia del carácter.
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