sábado, 10 de febrero de 2024

 Ayer no me dormía porque rumiaba una poesía que leí un rato antes de irme a acostar. Luego, pasada la noche, me levanté hasta los huevos de vivir. La vi pasar y ya he vuelto a sonreír. Pero la vela no está encendida. Hace dos o tres días que la vela se apagó y una vela apagada no puede encender otra. En un certero mar estabas tú, vestida del color de todos los colores. Eran otros tiempos, unos tiempos de amor obedecido, de un cariño encendido. He soñado con un poema sostenido solo por el ritmo, la canción de los otros, la luz de la intemperie, la métrica exacta de las flores. Pero no puedo porque no sé ya quién eres tú, la que antes llamaba y yo iba, la que antes estaba y yo también estaba. Estamos haciendo paredes en torno nuestro para que no podamos hablar. Estamos tontos de la incomunicación más absurda.

Parece que hay una poesía que suena bien, que tiene ritmo.

Esa es la buena poesía, la que merece la pena oír.

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