lunes, 12 de diciembre de 2022

En un diálogo, es muy importante la actitud del interlocutor. Si el interlocutor al que hablas no tiene un mínimo de interés por ti, no te esfuerces, adopta tú mismo su propia actitud: habla con monosílabos, no des explicaciones de ninguna clase, muestra desdén por él como él te está mostrando a ti: a lo mejor reacciona y adopta una postura más activa, aunque es raro que lo haga. Si no tiene interés por ti, menos interés tendrá por lo que dices. Esta clase de interlocutores son odiosos porque pretenden enterarse de todo y ellos no decir ni mu. Otro tipo de interlocutores son aquellos a los que presentas un tema de diálogo o de conversación y no se ciñen al tema. Hablan de cosas peregrinas o que confunden, no se ciñen a lo que les has preguntado o el tema que les has mostrado, hablan por hablar, hablan de otro tema que es tangencial al que tú has puesto encima de la mesa. Con estos últimos, no te distraigas mucho, cierra la conversación enseguida y no pierdas mucho tiempo con ellos. Solo trata de averiguar lo que te interesa. Si no lo logras en un par de intervenciones o tres, despídete amablemente y deja la conversación. El habla de la gente dice mucho de su condición mental. Cuando encuentres este tipo de "conversadores" (lo pongo entre comillas pues no son conversadores en absoluto) y otros tipos que hay parecidos, no te rompas la cabeza: casi no hables (como hacen ellos) y di adiós cuanto antes al diálogo con ellos. Hay más tipos de interlocutores raros. Todas estas actitudes que he mostrado denotan una enfermedad mental no diagnosticada, parece gente normal, pero no lo es. Están como regaderas, como se suele decir. No hay que perder tiempo con ellos porque el tiempo es oro.

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