martes, 2 de febrero de 2021

Y esto sigue: vamos ahora con Claudio Rodríguez. Nació en Zamora. Se quedó huérfano de padre pronto y tuvo que llevar la economía familiar. A los 18 años, ganó un importante premio de poesía. Era andarín: recorría muchos kilómetros andando. Vino a Madrid, donde le apoyaron Aleixandre y Dámaso. Estuvo en el extranjero dando clases. Murió a los 65 años. 

Un profesor amigo mío, Fernando Yubero, había hecho una tesis sobre este poeta y decía que era un genio. Un poema suyo titulado "Alto jornal" cayó en una oposición a profesor que yo hice hace tiempo.


Como si nunca hubiera sido mía,

dad al aire mi voz y que en el aire

sea de todos y la sepan todos

igual que una mañana o una tarde.

Ni a la rama tan sólo abril acude

ni el agua espera sólo el estiaje.

¿Quién podría decir que es suyo el viento,

suya la luz, el canto de las aves

en el que esplende la estación, más cuando

llega la noche y en los chopos arde

tan peligrosamente retenida? 

(...)   Del libro de poesía "Don de la ebriedad"


Estos endecasílabos asonantados hablan de la naturaleza y del oficio del poeta que quiere ser universal (dad al aire mi voz). El canto de las aves arde peligrosamente ? (no lo entiendo) retenida. Por la noche no cantan los pájaros. Creo que el ruiseñor sí y el mirlo también pero no estoy muy seguro. No sé que tiene de peligro que las aves retengan su canto por la noche. A lo largo del poema, habla el poeta de la primavera, de la flor efímera (ímpetu de entrega). Hay términos que me recuerdan a Jorge Guillén, el poeta del 27. Los dos últimos versos dicen así: qué sacrilegio este del cuerpo, este/de no poder ser hostia para darse. No sé si esta expresión pudiera ser ofensiva para la religión dominante en la época pero el poeta sabe decir cómo darse a los demás en voz poética o en cuerpo y alma a sus lectores o a sus oidores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario