miércoles, 24 de febrero de 2021

 Estoy como obligado a escribir para que pase pronto la mañana. Ayer mi hermano fue con unos amigos mientras yo me dedicaba a vigilar unos judiones, para que no se secaran. Los judiones estuvieron bien, un poco durillos, pero buenos. Dice mi hermano que se aburrió con esos amigos porque casi no hablaron. Esta mañana me ha despertado una opresión en el pecho que yo achaco al tabaco. Yo tuve una amiga en el instituto "Albéniz" de Alcalá de Henares que era gallega. Llevó a Galicia a su novio y allí una señora mayor le dijo a gritos "que el tabaco es a morte". El tabaco es la muerte, ya lo dicen las cajetillas. Pero, ¿por qué siguen vendiéndolo? No me sirve decir que cada uno es libre de hacer lo que quiera y que el tabaco está ahí y el que quiere lo compra y lo fuma y quien quiere no lo fuma. No. No me vale. Deberían dejar de vender tabaco. Pero ya sé que es un negocio muy lucrativo para el Estado pues el tabaco está lleno de impuestos. Los de las Tabacaleras son unos criminales. Pero no es el que quiere el que fuma sino que, no queriendo fumar, sigues fumando porque el tabaco es más adictivo que la heroína. Menudos bárbaros los de las tabacaleras. Gente ruin. Gente que pone en las cajetillas que te vas a morir de mil maneras y aún así te lo venden. Encima, al tabaco le echan sustancias adictivas para que fumes más. Qué hijos de puta.

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