domingo, 14 de septiembre de 2014

No sé muy bien cómo hablar de esta persona. Se ha vuelto muy raro y desagradable y sin embargo, le tengo que ver de vez en cuando en mi casa. De pequeño era amable hasta que cuando cumplió los quince años se volvió muy protestón y agresivo dentro de un disfraz de frialdad y pasotismo. Voy a hablar de lo que hace desde tres años para acá: llega a mi casa, saluda a mis padres, a mi hermano y a mí y luego no dice ni una palabra. Come en silencio, un silencio al que estamos ya habituados en él pero que resulta insultante, estúpido, fuera de lugar. Después de comer, se dirige al sofá del comedor, coge el móvil y no para de mirarlo hasta que se va con un adiós. No sé que pensar. Si es estúpido, si es una estrategia pero no sé para qué sirve, si un ataque de imbecilidad le ha dado. El caso es que dan ganas de echarlo de casa. Es todo tan absurdo que no sé si esto que estoy contando es verdad o pertenece al género de ciencia ficción, una ciencia ficción inventada para decir lo degenerado que está el mundo o algo así.

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