lunes, 21 de octubre de 2013

El camarero rió con sorna e hizo esta pregunta con sorna también:
- ¿Tú crees que escribir novelas es un trabajo serio? No me hagas reír.
El cliente calló y no dijo nada. Sólo pensó en una crítica que había obtenido de su prima al leer su última novela. La prima dijo que qué facilidad de expresión tenía. ¿Le valía con eso? Por ahora sí, pues era el único lector con criterio que había tenido. Pensó en ahogar las risas del camarero escribiendo una novela de éxito. Pensó en bruñir su prosa hasta hacerla de oro, literaria y económicamente hablando. Pensó en escribir otra "Cien años de soledad" pero mucho más atractiva y sin tantos personajes raros. Pensó en otro Don Quijote moderno y festivo como el anterior que le diera pingües beneficios. Pensó que se le quedaría el café helado y sorbió de él.
Se despidió muy disgustado por tener esa fama de juntaletras que le estaba quedando. Cuando llegó a casa, corrigió la expresión de un fragmento de su novela. Quedó convencido de que conocía los entresijos de su lengua y la manera de hacerla bella en sus escritos.
Merendó feliz y mandó a la porra a los que le criticaban y no tenían su trabajo en cuenta. "Cuando vean mis obras relucir en los escaparates de las librerías ostentando mi nombre, ya pensarán otra cosa".

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