lunes, 7 de octubre de 2013

Ayer domingo mi hermano y yo hablábamos de que la vida es un misterio y la muerte otro misterio quizás aún mayor. Nacemos sin permiso y sin orden y nos vamos "configurando" a medida que pasan los años.
Hacemos en la vida un montón de cosas por pura convención: en verano vamos a la playa o a la piscina, en invierno nos metemos en casa, los niños van al cole, la gente se casa. Son puras formas convenidas para que la vida se ciña a algo concreto y no vaya cada uno por su lado, sin saber qué hacer.
¿Por qué yo no nací en Moscú o más fácil quizás, en Móstoles? ¿Por qué me gustaron los estudios y no los odié? ¿Por qué empecé de profesor? ¿Por qué estoy enfermo? Y la pregunta del millón: ¿por que soy así y no de otra manera?
Pues eso: la vida nos da empujones, nos dirige hacia algún sitio.
Luego hablamos mi hermano y yo sobre la suerte que tenemos al tener un piso, haber trabajado, haber tenido unos padres como los que hemos tenido, tan buenos, haber vencido en  lo que hemos podido a nuestra enfermedad. En fin, analizamos nuestra vida y la comparamos con la de otros para evaluarla. Puro entretenimiento filosófico que consigue unirnos ante lo arbitrario. Más vale caer de la ventana que del techo.

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