martes, 17 de septiembre de 2013

Voy a intentar definirme como profesor aunque ello es difícil. La verdad es que de mis 15 años de profesor, yo estuve prácticamente todos ellos de interino por lo que no repetí en ningún instituto. Estuve meses haciendo sustituciones hasta que ya pude estar un año entero en un instituto y luego me iba.
Quiero decir que yo no dejé poso ni pude afianzarme en un instituto durante años, así que tengo muchas caras de alumnos en mi memoria pero ellos no me vieron mucho.
A los que vi luego de casualidad, me saludaron con efusión y eso era muy gratificante.
Mi método era seguir el libro cuando este planteaba cuestiones planas, sencillas. Cuando algo era complejo, preparaba mis propios modos de dar clase buscando en diccionarios, tratados, gramáticas y cualquier libro que me sacara a mí de dudas pedagógicas; esto es, modo de explicar las cosas, para sacar de dudas a los alumnos. Dejaba que se expresaran, quizás demasiado, porque ha habido clases mías que han sido un alboroto por esa libertad concedida y me avergüenzo de reconocerlo. Mi persona no emana autoridad ninguna. Mi personalidad no es autoritaria ni regañona y eso me hacía luchar a brazo partido con los alumnos díscolos en vez de tenerlos apabullados desde el primer día. Eso fue para mí un gran problema que resolví de muchas maneras distintas o no las resolví bien nunca. Confieso que me daban envidia los profesores autoritarios pero no "borreguistas".
Yo creo que mi autoridad, la que pude imponer aquellos años, venía de mis ganas de que aprendiesen y de las ganas de hacer amenas mis clases del modo que fuera. Y ya está. Así era yo de profesor. Se me respetaba (los que me respetaban) por lo que yo sabía, no por la mala leche que yo tuviera.

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