Todos tenemos el corazón descalzo y húmedo para que surta de alborozo a otros corazones. Todos sabemos que la vida es para gastarla en cosas preciosas y únicas. Suben las palomas por el sol, por el aire y por el mar, que está cerca. La mañana, hermana de la acera, nos dice dónde hay que ir para atrapar la dicha de estar vivos, para saborear el desliz del día de hoy, los elementos de que está hecho el tiempo. Quizás los momentos más fabulosos, maravillosos ya han pasado en la plaza de nuestra infancia pero queda aún unos bocados de felicidad en nuestro día de hoy. Apurémoslos, gocémoslos, comámoslos como si se nos fueran a escapar muy lejos, muy lejos a un playa vacía de hombres y animales. La vida debe ser un hambre de diversión y de gozo, un deseo de reír muy grande, una forma de ser nosotros pero sin nosotros, sin nuestras penas ni olvidos ni desencuentros.
Por la bahía cruzaba un barco a la ciudad de la plata.
Por la bahía, sí, surcando el mar muy despacio.
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