Siempre se puede ir a peor. Pero de nosotros depende quedarnos como estamos, manteniéndonos en la misma situación favorable. Me refiero a la situación económica pero también moral. Hay que tirar a la hoguera nuestras pasadas hazañas. Y ver de hacer hazañas nuevas que valgan para nuestro presente más imperioso. Hay que mostrar un ímpetu generoso para con los demás. Para los hijos (el que los tenga) o para los convivientes en el domicilio común. Sin generosidad, no hay alegría posible. Si uno se emperra en su yo egoísta, mal va. Por lo barrios más bajos de uno mismo, no se encuentra nada de valor, pero si salimos a la plaza y luchamos por los demás, atesoraremos una verdad y una paz para los otros que revertirá en nosotros mismos. Huyamos de nuestro afán de notoriedad. Callados y trabajadores, peleemos por los que están a nuestro lado siempre.
Escribía y escribía, como si esta acción reportara algo.
No sabía que lo escrito valiera la pena.
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