Ayer entrevistaron, en su piso pequeño, a Luis Mateo Díez. Es un hombre que ha sabido sembrar amistad. Es un hombre mayor al que el cuerpo le pesa, que dice que la vida es incómoda pero maravillosa, que ha creado un mundo de la imaginación, del ingenio. Dice que Cervantes es el mayor novelista de la historia. Yo digo que me gusta escribir y no sé por qué todavía. No me creo ni siquiera que yo merezca la pena. La vida transita unos momentos agrios, desenfrenados, de locura. Pero hay que vivirla, hay que apoyar a la vida para que vaya tirando, para que nos dé alguna alegría, para que no sucumbamos a la tiranía de las horas que pasan. Leí una revista satírica ayer que me sacó de la monotonía telediarística de estos días. La televisión es una filfa, una repetición inmensa, un aburrimiento de tomo y lomo. La mañana está tranquila como su hermana la acera. Huyamos de lo desaforado y malandrín que hay en el mundo.
Hay jamón en la nevera y unos espaguetis.
Hoy el día se hará dueño de nuestras costumbres.
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