El último recinto de mi vida ya se ha achicado hasta la náusea. Otro día más. Parece que el corazón bombea más tranquilo hoy. Recorrí el mapa de la decepción. Nos queda esperar, seguir esperando. Quiero aprender a domar mi alma, a no sentirme mal por los días iguales, a saber estar entre la bruma de los señalamientos diurnos. Las espigas de mi alma quieren ser segadas ya, no quiero esperar al verano. La impaciencia me corroe las manos indefensas. Las naves por el mar, yo por mi sueño bendito de las playas dormidas al frío del invierno. No tolero la mañana, no la veo justa ni necesaria. La mañana se venga de mí sepultándome en horas y migrañas del alma. Hay una materia indudable, sin embargo, que tira de mí hacia la vida.
Quizás el mundo solo gire un poquito en mi vida
para que no me pierda en la curva que traza.
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