Hay un desabrimiento por andar las calles. Me parecen escenarios de la nada. Voy por el pan y el periódico. No hay angustia comparable a mis ojos oprimidos. No ven ellos más que la sucesión de las mañanas en las esquinas. Más allá de las lívidas fronteras de los ladrillos no empieza nada ni termina nada. A las tres en punto morirá un transeúnte. Es poco morir morir yo todos los días en el recodo que hace una calle con otra. No sé adivinar dónde se suceden los acontecimientos importantes de la nación, ni de mi vecindad más cercana. Estamos solos, se hace difícil la venganza de los agravios, se hace difícil enamorar al deseo con otros ojos amigos. Tuve unos labios que significaron. Hoy tengo dos brazos inútiles y la mirada lánguida distribuida en una hora o dos. Ya pasaron las navidades. La gente ya llora o se queja o pelea. La gente está harta de eslóganes, de anuncios, de promesas, de líos.
Un policía disuelve en la luz de su linterna a una mujer desnuda
mientras los transeúntes libidinosos miran con ojos lívidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario