La cabeza es muy delicada. A veces la cabeza empieza a pensar mal y recrea un mundo equivocado. Para eso está la química. Para poner los pensamientos en su sitio. Los corazones se encienden con otros como una vela se enciende con otra vela. Vamos en la dirección de las aceras, esos reductos de la gente que pisa el suelo, que alimenta su ciudad con paseos enormes y acertados. Las aceras llenan el espectáculo de la ciudad con pasos inmensos, con pasos ciudadanos y esclarecedores. La acera parece decir: aquí estoy yo. Y los ciudadanos se rebelarán contra el sindiós de los políticos, de las televisiones, de los mundos ajenos pisando la maldita acera de las ciudades y los pueblos, haciendo suyo el mundo, haciendo la labor de los que creen en un mundo justo y no el que nos quieran vender.
Mis oraciones han sido escuchadas,
para eso las clamé, para eso las recé.
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