Despacito, paso a paso, la noche coloreó la impaciencia de vivir. Hizo de la oscuridad y el sueño la composición de un cuadro más amable de vivir. La mañana trajo la duda y la oración a Dios. Me mantengo solo de la amistad de mis iguales y una prosa sucia que no trasciende. Me gustaría acudir a la ley del que lo tiene todo. Miro alrededor, miro las peticiones. La vida no es sino hacer el bien o no hacer el mal. Andamos con nuestras cosas. No pensamos que hay corazones deshidratados por la pena, corazones abatidos por la desesperanza. La calle muestra sus ropajes, sus miradas abisales, sus andares nerviosos. Todos moriremos. No hagamos mal y, si podemos, hagamos el bien.
El sordo no oye, el ciego no ve:
hay sordos y ciegos para el otro.
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