Por estar en el poder se crean conflictos nuevos. No se sirve a la nación, la nación sirve al poderoso. En un trozo de hierro, se dan golpes fuertes, se abandona la fe en la vida, se abunda en el golpe. Las cosas van rodando y acaban torpemente quietas contra la baranda. Las cosas abaten al moderado, le hacen innecesario, le rompen las piernas. Las cosas huyen hacia delante sin saber qué es ese adelante, sin saber que se chocarán contra el muro. Y callejear para nada, para no ver a nadie con una mirada que sostenga la mía. Esa calle que sale del centro y está hecha de casas pequeñas como los deseos del pobre, como el canto de un duro, como la fe menuda de un pájaro solitario. Y arribar a algún lado donde haya café y tomarlo y mirar, mirar que no hay nadie en el banco, que no hay respuesta a la llamada. Solo he andado y solo andaré los dormidos pasos de la tarde que llega.
Consiste todo en hacer la voluntad del más fuerte.
Ese parece ser el mundo de hoy y, sin duda, el de mañana.
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