La claridad del día ya hace que olvidemos el día lluvioso de ayer. La lluvia ya no es compañera fiel, enseguida se va y nos deja sin la humedad precisa. Sale el sol triunfante otra vez y lo mancha todo de color amarillo: las paredes, el tronco de los árboles, las puertas. Hasta el viento es amarillo y seco este día de sol. En Europa, al norte de los Pirineos, hay riadas de agua fuerte, hay nieves, hay muchísimo frío que dicen que vendrá para acá en forma de una masa helada del ártico. Pero no la vemos. Han dicho que ya va a nevar en las cumbres. A ver si es verdad y las montañas se cubren de un sombrerete blanco. Yo me limito a dudar, dudo mucho últimamente. No sé si las cosas van bien o mal, o si debería salir a la calle a defender la democracia, o si debería leerme ya esa novela que se me alarga en el tiempo y no la concluyo. Los días especiales han pasado ya y viene la rutina de los días ordinarios. No he recibido regalo alguno, pero sí he hecho algún regalo. Mañana sábado quizás quede con mis amigos y lo pase bien. No lo sé.
Por la mañanita fresca de enero viene la gripe,
y los reyes magos por el oriente.
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