Recuerdo cuando fuimos a La Miñosa, pueblo de Guadalajara, cercano a Atienza. En la furgoneta, yo iba cabreado con el mundo, conmigo mismo. Tenía un humor de perros. Paramos a tomar una coca cola en el camino. Mi enfado con las cosas del mundo remitió, vi las cosas de manera más amable. Llevaba dos libros en mi bolsa de viaje para regalarlos a Julio y a su mujer. Comimos muy bien. Venía con nosotros Sergio. Visitamos una ciudad medieval. Nos mojamos debajo de un diluvio mientras subíamos al castillo de Atienza. Compramos pan de pueblo. Tomamos un café en la ciudad medieval. Comimos migas en el albergue. Llovía, recuerdo, cuando salíamos a fumar después de la cena. Los cuatro días fueron muy bonitos, incluido el viaje de vuelta a casa. Yo ya estaba más tranquilo.
La Miñosa es un pueblo divino. Las abejas hacen su labor
como las uvas hacen buen vino.
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