Ciudades bajo la bendición del tiempo van agotando un círculo, van componiendo su sentido, se van estirando en los cuerpos de su población que sale a buscar sustento, arte, visión del mundo, entereza ante la catástrofe. Así hacen Madrid y Barcelona y Valencia y otras ciudades: se buscan entre las ganas de subsistir. Miles de habitantes habitan la piedra. Corren buenos tiempos para la materia gris, para el dinero, para los gastronómicos hallazgos. La inteligencia brilla todos los días en modos de ver el mundo, en aritméticas difíciles, en la creación de las cosas. Un escritor crea hoy su personaje inmortal. Un escultor crea su piedra famosa para el siglo XXII. Me voy a beber agua. El agua depura, mima el estómago, lo limpia. Las ciudades benditas acogen la civilización humana de hoy en día. Vivan las ciudades.
Manchas de luz corrompen la noche,
la vuelven meretriz de los hombres, la vuelven fea de alma.
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