No es más ni menos un barrendero que un abogado. De hecho, es mejor un barrendero bueno que un abogado malo. Lo bueno es las buenas vibraciones humanas que puede transmitir ese abogado o ese barrendero. Lo positivo del día a día es transmisible de muchas maneras. Si uno es callado pero cumplidor con sus amigos o familiares pues ya está, no hace falta mucho hablar. El hombre es social por naturaleza, necesita de los demás para entenderse a sí mismo. Seamos buena gente en todo momento y si podemos ayudar, aunque sea con un chiste, pues bueno es. La calle ofrece muchas alternativas a la bondad. Se puede dar limosna al necesitado, se puede tener una charla amistosa con algún conocido, se puede admirar el trabajo de los demás o el propio trabajo que, en mi caso, es leer libros y escribir lo que se me ocurre. La vida no es emperrarnos en ser exitosos, sino que lo que hacemos nos sirva de algo bueno.
La ciudad, aparentemente, no ofrecía novedades.
Las novedades estaban en el corazón.
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