¿Por qué pensaba yo en los aeropuertos? Es una conversación que oí, es esa canción que oí también hace muchos años. Son unos perfectos desconocidos para mí, los aeropuertos. Los puertos de los aviones. Bueno, la vida pasa con o sin aeropuertos. Amor por el que humanos somos, por el que nacemos, por el que vivimos siendo personas, aviva en mi circunstancia la alegría de ser. Todo esto ya lo hemos oído o leído en esos libros de misteriosa ayuda. Imprimamos en los corazones de los hombres la tendencia a amar y saludaremos al sol muy bien. El romanticismo está muy bien, pero hay que comer y vestirse todos los días, decía el sabio profesor. Hay mañanas en que oímos el mar aunque esté lejos aún, en que echamos el ancla de lo viejo, en que despertamos primavera por un tubo. Las dunas de los desiertos aquietan un rumor de tristeza que surge del pecho de cualquiera, las dunas de los desiertos avanzan como enormes gigantes de la luz.
Callado el corazón, ojos ciegos para todo,
se alinean los astros doloridos, se acostumbran los planetas a la crisis vital del ser humano. Extemporáneamente.
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