Este sol como de primavera, tan insistente, no me gusta porque no me hace recordar o reconocer el invierno. El frío no lo quiere nadie pero yo quiero la lluvia o la nieve que refrescan la sequedad del ambiente. Yo tengo un amigo que dice con mucha solemnidad que este mundo es el paso al siguiente, imperecedero. Lo dice con tanta convicción que casi te lo crees o te lo crees del todo. No sé las palabras que usa para decirlo, deben de ser de algún catecismo. Es como si de pasar frío o muchísimo calor aquí, en este mundo efímero, se pasara a otro con unas condiciones en las que se está muy a gusto, como en las mansiones del Olimpo o en el cielo anunciado por tantos santos que ha habido. La descripción del cielo no sé quién la habrá hecho. Pero es que esa descripción se hace en la Tierra (muero porque no muero) o se hace por haber experimentado la gloria santa en este mundo antes de contemplarla para siempre. Dios nos deje contemplar su rostro. Es el consuelo que tenemos aquí en la Tierra.
Pasaron trenes cargados de soldados a la guerra
para que la guerra no se parara ni tampoco su error.
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