Dijo San Agustín: mi mayor problema soy yo mismo. Cuando ocurre que eres tu propio problema es que no estás en equilibrio en tu existencia. Dijo Ortega y Gasset: yo soy yo y mi circunstancia. Si no salvo mi circunstancia, no me salvo yo. Hay que saber cuál es nuestra circunstancia, saberlo muy bien. Y luego, elevarnos sobre esa circunstancia para lograr asegurar nuestro yo. Mi circunstancia es bien pobre: yo no hago gran cosa, no trabajo, no tengo horas que dedicar a una actividad. Solo se trata de pasar la vida de cualquier manera. El problema de mi vida quizás sea yo mismo por acarrear una enfermedad mental que me ha dejado al borde de la inacción, fuera de un compromiso vital como es el trabajo. Escribo, sí, pero mi escritura no tiene el efecto que debería tener. Escribo aquí y me paso el rato. Lo que pienso a veces cuando pienso en mi circunstancia es que hay tanto descerebrado en la calle que no sabe cuál es su mano derecha que me consuelo pensando eso, que los hay peores que yo, mucho peores que yo.
Todos los falsos bienes producen verdaderos males: cada siglo repite al siguiente esta certidumbre.
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