martes, 14 de agosto de 2018

Cuando estoy bien, estoy relajado. Pienso que lo que me vaya a pasar es bueno. No tengo nada que reprocharme ni nada que desear ni nada que planear. Con las actividades que realizo habitualmente estoy a gusto sin tener que pensar en otras proezas que nunca haré. No pienso en viajes, en montar a caballo, en descender un río o en montar en yate. Hacer la comida ya me satisface y comérmela, más.
Todo mi alrededor parece estar bien hecho y bien puesto. Me gusta el color del cielo, me gustan los sonidos que oigo. No envidio a nadie, el tiempo pasa a mi favor porque no lo creo perdido ni creo que hay que llenarlo de nada especial.
Un paseo por la calle con la mente tranquila ya me parece algo insólito pues yo suelo estar bastante nervioso y como deseando cosas inverosímiles que ni yo sé qué son algunas veces.
Como yo soy muy inquieto de mente y siempre deseo algo que no tengo, sentirme bien es toda una novedad y lo agradezco mucho pues mi mente descansa de pensar y pensar qué debería estar haciendo yo en esos momentos en que no hago nada en el presente.
Mi mente funciona así: se me ocurren mil sitios y mil actividades que podría yo estar haciendo en el momento presente. Como no las hago, me siento mal y así en un círculo vicioso que me crea frustración.
Pero hoy estoy bien y me alegro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario