viernes, 20 de abril de 2018

Uno va caminando por el desierto y alza la vista a las estrellas y dice: "qué gilipollez". Hay personas que igual te cuentan de un muerto que del cumpleaños de su hija, no cambian de tono porque para ellas son todo chascarrillos para pasar el rato. Hay otras personas que dan por culo y encima, hay que darles las gracias. Los hay que discuten de política sin saber de política. Y los hay que claman en el desierto con un botellín en la mano porque dicen que hay ricos que tienen mucho y pobres que tienen poco y que es una injusticia esa que no pueden sufrir. Los hay que se meten una rayita de coca y otros que se meten un pico de heroína y tan campantes, pretenden ser personas normales después de hacer eso. Los hay que pegan a sus hijos, a su mujer la llaman puta arrastrá y luego salen a la calle como si nada hubiera pasado y charlan hasta la hora de cenar a pegar otro poco a sus hijos y a volver a llamar eso a su mujer. Es que de donde no hay, no sirve rascar.
Y así va todo, manga por hombro, que no hay sino rezar o barajar hasta que venga el fin del mundo y a todos los hijos de puta de este siglo se les lleve otro diluvio o el fuego de unas inmensas llamas que los dejen hechos cenizas para siempre.

Moraleja: no seas un hijo de puta para el otro.

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