viernes, 20 de abril de 2018

Ayer me prohíbe la persona con quien habito escuchar música antes de irnos a acostar. Y yo no pongo música e intento dormirme. Pero la persona con quien habito mi vivienda, se levanta, pone la televisión; luego, pone música en el ordenador; luego, se va a la cocina a recenar y a hacer ruido. Total: me desvela totalmente y logro conciliar el sueño solo a las dos de la noche, maldiciendo a la persona con la que habito por prohibirme a mí lo que hace ella cómo, cuándo y dónde le da la gana. Me levanto a las siete y media de la mañana. Mi hermano está durmiendo sin saber que yo, ayer, por culpa de él, no pude conciliar el sueño. Resulta que la persona con quien habito hace precisamente lo que me prohíbe a mí. Si yo lo hago, él se pone muy importante y dice que no le he dejado dormir. Si lo hace él (dar la murga por la noche) es una cosa normal y corriente que no hace daño a nadie. Es más: antes de irnos a dormir, me dice muy solemnemente e imperativamente: "cuando nos vamos a acostar no hay que hacer ruido ni oír música, no te pongas a oír música que no me dejas dormir, ¿lo has oído bien? No pongas música al irnos a dormir. ¿Me has oído bien? No pongas música porque la noche es para dormir. E insiste. E insiste. Pero, cuando lleva cinco minutos en la cama, se levanta, oye la tele, oye música en el ordenador, recena, etc, etc, etc.

Prohibir es muy fácil. Prohibirse uno a sí mismo, no tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario