jueves, 12 de septiembre de 2019

Por las mañanas me levanto somnoliento, confuso y triste. Deben ser los efectos secundarios de las pastillas de la noche. Pero hay veces que me levanto bien. Lo noto enseguida. Y cuando me levanto bien, no me afecta el aburrimiento propio del día, la rutina.
Hoy me he levantado bien. Espero pasar un día sin rumiar mi mala suerte. Mi mala suerte yo sé que es relativa. Otros desearían mi mala suerte pero soy una persona que siempre está dando vueltas a la situación que vive y no le ve una salida divertida al asunto. Me rio poco pues no tengo ocasión de hacerlo (no voy a fiestas ni a cumpleaños ni a nada), veo siempre a las mismas personas todos los días y eso aburre. Llevo una vida tediosa de hacer siempre lo mismo y todo el mundo me dice que me apunte a un voluntariado, cosa que no voy a hacer.
La vida tiene mucho de insatisfacción: el casado quiere la libertad del soltero y el soltero quiere conocer una mujer. El que tiene un trabajo no quiere ir a él y el que no tiene trabajo querría un horario que fijara tantas horas vacías. Y así va todo: no disfrutamos de lo que tenemos porque la naturaleza humana es de insatisfacción.
Ayer estuve en Villanueva del Pardillo y di unas vueltas por él y cené allí con Paco y lo pasé bien. Todo fue muy armonioso. Puede que de lo bien que me encontré ayer me he levantado hoy con buenas sensaciones para el resto del día.
Sé que hoy no va a estar mi cabeza pensando si me convenía encontrar un amigo o viajar o qué otra historia. Viviré el día y punto, sin atormentarme inútilmente, como, por otro lado, suele pasar.

Si no vives lo que quieres, piensas mucho.

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