miércoles, 31 de enero de 2018

El ser humano y todos los animales en general tenemos una tendencia innata a evitar la muerte. Esto nos hace biológicamente aptos. Si no la tuviéramos, en vez de un millón de muertos diarios que hay en el mundo (así calculo yo), habría miles de millones porque no ofreceríamos resistencia ni psicológica ni biológica a la muerte.
Todos los poetas escriben versos contra la muerte que nos aniquila. En el ser humano es más fuerte esta idea de la muerte porque la podemos abstraer gracias a nuestro pensamiento simbólico (lenguaje) y somos más conscientes de ella quizás porque la muerte es algo cultural de la que hablamos y de la que creamos una especie de culto.
Los seres humanos sabemos que vamos a morir y tenemos una historia de muertes y muertos que nos preceden.
Pero demostramos todos los días una resistencia a la muerte; es decir, un continuo esfuerzo por sobrevivir a nuestra propia vida y a no entregarnos a la muerte de forma gratuita.
Otra cosa es lo que sentimos por el paso del tiempo. Sabemos que el paso del tiempo nos acerca a la muerte. Pero no sabemos lo que es la muerte, así que tememos a un sucedáneo de la muerte: la vejez.
Bien es cierto que en las poblaciones occidentales la vejez ya no es sinónimo de una muerte diferida, sino otro paso más en la vida que se puede disfrutar y de hecho se disfruta.
Por lo tanto, el paso del tiempo lo que refiere es  a las oportunidades perdidas, el paso de la horas sin aprovechamiento alguno, la nostalgia de momentos más felices y los días iguales.
Pero el paso del tiempo es inevitable y es tenaz observarlo día tras día y así que ha pasado un mes o un año o veinte años.
En la cárcel los días pasan muy lentos pero los años muy rápidos porque durante el día no pasa nada y el montón de días iguales pasan rapidísimo.
Para luchar contra el paso del tiempo y de paso, la muerte, tienen que pasar en nuestras vidas acontecimientos o etapas vitales en que nos sintamos muy vivos, en que disfrutemos de la vida que vivimos.
Los poetas dicen que la rosa se marchita y que la juventud pasa pero son tópicos muy manidos a los que no hay que hacer mucho caso. Sin arrugas o con ellas, debemos luchar por que nuestra vida sea memorable.
El hombre puede trasladar su recuerdo muy atrás en el tiempo, cosa que no pueden quizás hacer los animales. Recordamos nuestra infancia o adolescencia de modo contundente porque éramos felices por la inconsciencia que había en nosotros.
Quizás debamos apelar a nuestra inconsciencia en nuestra madurez, llamar al desorden en nuestras vidas para que nuestras vidas sean eficaces en el presente y no añoremos un pasado.
Hacer cosas sorprendentes no es un asunto muy difícil cuanto que en nuestra sociedad moderna nos ofrece multitud de entretenimientos, viajes, modas, aficiones, etc. Aprovechemos esta sociedad del ocio para pasar la vida viviendo emociones.
Si lo que queremos es formarnos y aprender o crear arte, esta sociedad también ofrece muchas posibilidades para ello.
Lo malo es perder el tiempo que lleva a pensar el presente y luego el pasado y a sentirnos mayores; aunque la pérdida de tiempo también es necesaria a veces para pensar mejor, curarnos de una herida, etc.
Cada uno sabe más o menos, según sus ideas y su pensamiento, lo que tiene que hacer y lo más probable es que lo haga.

La vida no pasa, tú eres el que pasas.

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