jueves, 14 de febrero de 2013

Hoy por fin me he despertado un poco más pronto. Me he despertado a las diez.
Me siento más despierto. Parece una ironía que me sienta más despierto habiendo dormido menos pero así es. La sensación no es ya de haber perdido tantas horas en la cama. La hora a la que me despertaba antes no era todo lo decente que cabía esperar. Esperemos saber aprovechar esa hora más en hacer algo productivo. Ya he leído las noticias y parece que el escándalo Bárcenas ya no resuena con el furor de los primeros días. Dejemos que los jueces hagan su trabajo, es la consigna. Ayer, dándome un paseo por el pueblo de al lado (por el hecho de dormir tanto he cogido unos kilos y los quiero echar fuera andando a buen ritmo) empecé a reflexionar sobre el esclavismo. El esclavismo fue un sistema adoptado por los pueblos antiguos que consistió en que en cada guerra que se hacía se tomaban prisioneros y se los hacía depender de un amo, de tal modo que hasta su vida dependía del amo. Una profesora de Historia nos contó que los esclavos eran como los modernos electrodomésticos: eran objetos, no personas. No tenían el status de seres humanos. Se les empleaba en mil cosas: educación, servicio doméstico, construcción, etc. Plauto nos da una visión de esos esclavos en sus comedias. Espartaco lideró una revolución de esclavos que se adueñó de la isla de Sicilia y dio qué pensar a los romanos. Marx estudió esa revolución, como otras que ocurrieron más tarde, que tenían el fin de volcar el orden establecido. Los de abajo se ponían en el puesto que ocupaban los de arriba. ¿Sería posible una revolución hoy en día? No una revolución política, sino una revolución del sistema por el cual se invertiría el poder de las clases sociales. Yo digo que no pues el sistema en que vivimos es muy permeable a que los de abajo puedan escalar posiciones sin acudir a la violencia. 
Pero a mí me gustaría ver si en esta sociedad hay esclavos, no a la manera del Imperio Romano sino gente que, atados a algo, pierden por entero su voluntad decisoria. Yo digo que sí los hay, incluso que todos nacemos un poco esclavos de algo, aunque sólo sea por ser esclavos de una situación dada que nos impide ejecutar nuestra voluntad. Por ejemplo, el paro. Estar en paro bloquea mucho la voluntad de la gente, pues no le permite ser libre del todo.
Hay gente atada al mundo material: sólo es libre si compra determinados artículos de moda.
Hay gente atada al mundo intelectual (cine, novela, cultura en general). No sabe hablar de otra cosa y no ve el mundo real.
Hay gente politizada: tampoco ve el mundo real.
¿Sería libre el que no dependiera del dinero, ni de la política, ni de sus propios semejantes? Por ejemplo, un eremita en una cueva.
Había una profesora de literatura que siempre preguntaba cuando nos hacía el examen de un libro: ¿Cómo consiguen liberarse los personajes?
Habría que inventar el término "libertarse" que sería cobrar la libertad que perdemos en este mundo. Liberarse sería una cosa y libertarse sería otra distinta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario