Me gustaría pasar una semana en plena naturaleza. Solo oír el canto de los pájaros entre los afilados alfileres de los pinos, oír el sonido del viento a través de las rocas, ver el culmen de una montaña todos los días de esa semana. Y se acabarían pronto esos siete días, serían como un regalo del tiempo para estar siempre con lo mismo aquí en la ciudad. Pongamos que esa semana sería un combustible de tranquilidad y armonía en el que solo miraría qué pasa en un bosque, qué no pasa por mí en estos días convulsos del mundo: Palestina, Ucrania, Polonia. Me olvidaría de mirar las noticias del desasosiego, de ver gente problemática, de ser yo y la naturaleza mirándonos.
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