La caja estaba vacía, escondida tras los libros, olvidada. Allí estaba la esperanza de que los dirigentes no odiaran al resto de la población. Pero pudo más su alianza con el partido y hubo desamor y odio. Desde todos los sitios se atacaba al gobierno. Las hojas de las acacias, tan finas, notaron ese anhelo de despreciar. Las aceras inverosímiles agitaron sus baldosas de cemento. No se podía andar sin hacer daño a alguien. Había la xenofobia, la homofobia y otras fobias que convertían a la población en puro odio. Y ellos se compraban buenos pisos en plena crisis de la vivienda y llevaban a sus hijos a colegios de pago.
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