martes, 27 de febrero de 2018

Ayer pasé un día malo. De nervios. De tensión emocional. De no saber dónde quedarme ni ir ni venir. Menos mal que pude dormir. Hoy me he levantado mejor. Ya no me sudan las manos. Ya no creo que todo vaya mal. Ya no creo que yo voy mal. Mi cabeza ha dejado de pensar mal y de crear estados nerviosos malsanos. Ayer fumé un montón para reducir la ansiedad. Hoy, sin embargo, todo está más calmado. Mi hermano notó mi malestar mental y se preocupó e intentó animarme. No he tenido que ir al médico.
La vida, por lo demás, sigue su curso, su honesto curso de horas sin variación.
He leído a un magnate de la comunicación en El País, un periódico español. Es un tío pesado escribiendo. Quiere ser muy moderno, muy moderno en sus ideas pero es muy pesado. Se llama Cebrián y es de los que quiere cambiar el mundo porque este no le gusta.
La gente que quiere cambiar el mundo debería empezar por su casa y por sus valores y no intentar inculcar estos a los demás.
Ya he dicho que no me gustan los cambios gratuitos y que valoro mucho las instituciones que hay en mi país. No  me gustan los aprendices de magos que no saben nada y lo quieren cambiar todo. Digo esto por toda la izquierda de España.
Llegará el día en que PSOE y Podemos se entiendan y quieran una España federal, una república y una nación de naciones. Eso fracasará pero habrá que reconstruir lo que estos cantamañanas destruyan con su soberbia de magos universitarios.
Tardará un tiempo (quizás seis o siete años) en que esto se produzca pero se producirá y veremos cómo los cambios propuestos traerán paro, ruina económica y sobresaltos sin parar. Yo lo he de ver pero no me gustará verlo.

Si quieres cambios, que sean buenos.

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