martes, 21 de octubre de 2014

Hay en mi familia seres que no me caen bien. Han hecho gala de una prepotencia que me ha sentado muy mal. No diré en este blog de quién se trata pues no quiero desvelar cosas íntimas en él. Pero cuando a uno le obligan a hacer cosas que no quiere y que no necesita para nada, asistidas esas personas por una ignorancia supina, ¿no son de temer? La verdad es que ya se me va olvidando el episodio del verano de 2012, cuando estas personas cayeron sobre mí como verdaderos ogros. Pero por otro lado no dejo de pensar en cómo son ellos, cómo hacen las cosas y cómo no piden perdón después del daño causado. Al revés, queda la cosa como si yo les hubiera causado algún daño. Porque ellos dicen que tienen razón, negando las evidencias del caso. La cuestión ha quedado en el aire y yo no me hablo con esas personas y me muestro muy frío con ellas porque así me lo pide el cuerpo. Lo que hicieron conmigo no tuvo lógica ni sentido y me pusieron de los nervios. Pero ellos piensan que tuvieron razón.

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